Con el regusto de venir de celebrar el Congreso Nacional de Laicos de Madrid, allá por aquel lejano (o me parece a mí) último fin de semana de febrero de 2020 nos vimos abocados en un proyecto que recaía en el Consejo Diocesano de Laicos del que soy miembro.
El Congreso surgió como muestra del camino inevitable de sinodalidad tras el Sínodo Diocesano, es decir de caminar juntos, siendo imprescindible que tanto sacerdotes y laicos asumamos nuestras responsabilidades conjuntas dentro de la Iglesia y de cara a la sociedad.
Para ello pudimos compartir el lema del congreso: Caminando juntos hacia un renovado Pentecostés, con el que se pretende «Revolucionar el laicado» en la Iglesia y en la sociedad.
Con el objetivo de dar respuestas guiadas por el Espíritu, a las cuestiones que plantea la sociedad y a las problemáticas internas de la Iglesia el Congreso intentó despertar en nosotros la llamada de Jesús para ser sus discípulos misioneros.
Las semanas previas al Congreso fueron intensas, sobre todo a partir de septiembre las reuniones y el trabajo se intensificaron al unirnos los miembros del Consejo Diocesano de Laicos a la Comisión organizadora.
La víspera del Congreso me llamó la atención la cantidad de personas que participamos en la preparación de materiales que como eslabones de una cadena le fuimos dando forma a lo que sería el producto final para el Congresista.
En el momento de las acreditaciones, pude observar como la ilusión de los congresistas de saber lo que se iban a encontrar se entremezclaba con la esperanza de los organizadores de ofrecer contenidos con los que salieran contentos y satisfechos.
Dos días que comenzamos con la inauguración del Congreso en el Auditorio Principal del Palacio de Congresos y que dio el pistoletazo de salida a las Conferencias: caridad, educación, familia y catequesis.
Las ponencias pusieron de manifiesto que estas cuatro áreas están en crisis ya que las herramientas para evangelizar a través de ellas se han quedado obsoletas. El individualismo ha provocado cambios en las familias lo que provoca problemas en las parejas y debemos aprender a conocer lo que necesitan de la Iglesia.
La educación unida a la catequesis, especialmente a los jóvenes, ha cambiado y por tanto hemos de saber escuchar a las nuevas generaciones con paciencia para ofrecerles nuevos proyectos y formas.
En cuanto a la Caridad no se trata solamente de ofrecer alimentos al que tiene hambre. Actualmente las necesidades caritativas son mucho más amplias y debemos acercarnos al otro para preguntarle: ¿qué necesitas?
De los talleres me llamó la atención el realizado por Pepe Amiguet, profesor del CEU, que nos hizo reflexionar acerca de la unidad de la Iglesia como clave para conservar nuestra fe, tradiciones y valores frente a las nuevas olas que pretenden arrinconarnos dentro de las iglesias y que la fe quede relegada al ámbito personal.
Salí del Congreso convencido de la necesidad de intensificar en mi ADN el Evangelio, incrementar la oración y potenciar el pensamiento abierto a la crítica, el compromiso y la generosidad.
El Congreso no debe quedarse en el recuerdo de quiénes tuvimos la oportunidad de disfrutarlo, sino que debe servir para iluminar el camino para encontrar respuesta a los nuevos retos que la sociedad plantea a toda la humanidad.
Seguramente el Congreso no sea la panacea que resuelva el problema de la crisis de evangelización actual en la Iglesia, pero este Congreso unido al Congreso Nacional de Madrid pone a los laicos en la línea de salida, nos hace corresponsables en la gestión pastoral de nuestros movimientos y parroquias en sintonía con los sacerdotes.
Es hora de ser creativos y generar proyectos locales ya que contamos con herramientas pastorales fruto de los Congresos de Laicos y de las conclusiones del Sínodo Diocesano y disponemos de recursos humanos en las diferentes delegaciones y áreas de la Diócesis que pueden ayudarnos a diseñar y elaborar estos Planes Pastorales.
Para ello hemos de sumar voluntades en cada parroquia y movimiento, vicaría y arciprestazgo ya que nadie sobra y todos somos necesarios, contando o creando Consejos Pastorales de laicos realizar un diagnóstico de la situación que muestre las necesidades que existen y en función de él elaborar proyectos pastorales que intente dar solución desde la fe cristiana.
Hemos de ser conscientes de la necesidad imperante de introducir cambios renovadores en distintas áreas de la vida de la iglesia, de los laicos y de los consagrados. El Espíritu Santo tiene una gran labor por hacer para que revele la verdad, nos conceda dones y produzca frutos en nuestras vidas.
Miguel Ángel Tortajada Arcón
Consejo Diocesano de Laicos