El pasado fin de semana del 27 al 28 de noviembre tuvimos la gracia de celebrar en nuestra diócesis el Congreso Diocesano de Laicos, continuación del Congreso Nacional de Laicos que se celebró en Madrid en febrero de 2020.
Ha sido un proyecto muy ambicioso que se empezó a gestar en el Consejo Diocesano de Laicos del que formo parte en noviembre de 2020 y que, con mucho trabajo y buen hacer del Comité Organizador, ha dado sus frutos con la celebración de nuestro Congreso en noviembre de este año.
Durante la preparación se hizo una campaña de información e invitación a participar por todas las vicarías de la diócesis. El objetivo era que en el Congreso Diocesano de Laicos participaran, sobre todo, laicos de todas las parroquias de nuestra extensa archidiócesis. A la vez se invitó también a participar a los centros de enseñanza religiosos y a los movimientos del Foro de Laicos.
Al mismo tiempo se difundió antes del verano el DdR (Documento de Reflexión) para que en los diferentes grupos se fueran “calentando motores” y se trataran los grandes temas sobre los que iba a tratar el congreso: catequesis, familia, educación y caridad. Me consta que el documento fue muy trabajado por las numerosas aportaciones que se recibieron a las preguntas que se acompañaban en cada uno de los temas del documento. Todas estas respuestas fueron clasificadas y analizadas para preparar el congreso partiendo de la realidad de nuestra diócesis.
Solamente el trabajo de preparación del congreso y lo que invitaba a reflexionar ya valía la pena como iniciativa para movilizarnos y preocuparnos por los problemas que nos encontramos a la hora de vivir nuestro ser Iglesia y trabajar en la viña del Señor. Al menos, así lo experimenté durante el verano recogiendo y sintetizando las respuestas a las preguntas de uno de los temas en que colaboré dentro del reparto de tareas que hicimos para recoger todas las aportaciones.
Todo este itinerario de preparación ya hace honor al lema del congreso “Caminando juntos, hacia un renovado pentecostés”, recogiendo el testigo del llamamiento que se hacía en las conclusiones del Congreso Nacional de Laicos: “Sin duda alguna, hemos vivido un renovado Pentecostés. Tenemos ahora la responsabilidad de ser fieles a la concreta llamada que hemos experimentado con este camino compartido”.
Pero si gratificante fue el tiempo de preparación, mayor fue todavía la satisfacción durante la participación en el propio Congreso. La acogida fue mayoritaria, hubo una fuerte participación de cada una de las ocho Vicarías de nuestra diócesis y de casi cincuenta movimientos.
El papa Francisco nos insiste en la necesidad de caminar juntos, mantenernos en comunión. Precisamente “sinodalidad” significa esto, “caminar juntos”, y esto es lo que he sentido durante la participación en el Congreso. Me da la impresión que solemos vivir nuestra fe en nuestra comunidad sin ser consciente de la grandeza y diversidad que tiene nuestra Iglesia, y el hecho de haber tenido este fin de semana de convivencia tan rico y variado ha sido una gozada.
Es providencial que hayamos celebrado este congreso a la vez que se abre el proceso del Sínodo Universal de la Iglesia, iniciado por el Papa el 9 de octubre de 2021. Estamos llamados más que nunca a vivir esta comunión para ser testigos de unidad en un mundo que cada vez está más dividido.
Ese caminar juntos, en sinodalidad, lo he sentido en las charlas y talleres en las que participé. Ha sido una pena no poder participar en más de las dos ponencias y cuatro talleres que me correspondían, pero en los que estuve se vivía esa diversidad de estilos y formas de hacer en campos muy diversos, pero a la vez con algo que nos une a todos que es la fe en un único Señor, y una fe que se quiere compartir y transmitir.
Me he dado cuenta que conociéndonos y colaborando podemos hacer tanto. Yo mi compromiso en la Iglesia lo vivo en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. En este movimiento organizamos unos cursillos que propician el encuentro personal con el Señor, conocer lo fundamental de nuestra fe y poder enamorarse de Cristo, y en este sentido podemos estar al servicio de otras comunidades de la Iglesia, pero también son necesarias todas esas realidades para que, quien se encuentra con Cristo pueda vivir su fe y crecer en alguna comunidad. Y lo que he constatado también en el Congreso es que tenemos una Iglesia Diocesana muy rica que muchas veces desconocemos.
Como nos decía Benedicto XVI, “el mundo necesita una nueva generación de laicos cristianos comprometidos, capaces de buscar con competencia y rigor moral soluciones de desarrollo sostenible”. Estoy convencido que este Congreso ha sido un paso más en este reto que solo juntos podremos alcanzar.
Francisco Pastor
Miembro del Consejo diocesano de Laicos